Ceský Krumlov, un tesoro medieval en medio de Europa
No existen halagos que le hagan justicia a Ceský Krumlov, ni palabras que para describir la ciudad más bonita de la República Checa hasta que no admiras cada uno de sus detalles con tus propios ojos. Sus callejuelas
parecen trazos de pintura plasmadas sobre un lienzo, capaces de
engatusar a todo aquel que se acerque atraído por la curiosidad que
desprende esta ciudad medieval. El hecho de que muchos la conozcan como
la joya de Bohemia del Sur no es casualidad, puesto que con su arquitectura es capaz de deslumbrar los ojos de esos viajeros que necesitan ver algo realmente especial para llegar a emocionarse.
La
máquina del tiempo se activa cuando ponemos los pies sobre Ceský
Krumlov por primera vez, y la mente viajará hasta el momento de nuestra
niñez en el que imaginábamos los cuentos de fantasía como si de una historia cierta se tratase. La ciudad entera queda protegida bajo la vigilancia de la torre
del Castillo, una fortaleza perdida en el tiempo a la que se le fueron
haciendo algunos añadidos. Su importancia no solo reside en su tamaño,
sino que pasear por sus instalaciones es hacer un recorrido por el arte
checo desde la Edad Media hasta los tiempos del Barroco.
Desde lo alto de la torre se consigue la mejor vista panorámica de toda
la ciudad, donde con un poco de suerte se podrá observar sobre los
tejados un grueso manto de nieve con el que cualquiera podría quedar
hipnotizado.
El
castillo esconde entre sus muros uno de los rincones más bellos donde
el arte podía germinar cada día. Los siglos XVII Y XVIII fueron los
testigos de ver el nacimiento del teatro barroco de Ceský Krumlov, una pieza esencial para que esta ciudad se sienta completa. Cada año sus muros observan de cerca un estreno
actual a nivel mundial de alguna ópera barroca, la cual se convierte en
un espectáculo iluminado por velas en el que los actores tratan de
evocar al máximo una representación que venera al siglo de las luces, un
momento histórico en el que la inteligencia brillaba y no precisamente por su ausencia. No cualquiera podía tratarse del teatro barroco mejor conservado del mundo.
Si
el frío corre por las pintorescas callejuelas de la joya checa, no
habrá nada más apetecible que disfrutar de un plato de comida de
caliente en uno de esos lugares en los que el vapor de la chimenea se
asoma al cielo y puedes saborear un festín bohemio. Imagina estar dentro
de un pequeño bar de una las calles que componen esta ciudad, mientras
el aroma a comida casera inunda cada una de las esquinas. Sus atentos
camareros o camareras te preguntarán con cuál de los platos típicos
quieres deleitarte mientras ellos mismos te pueden aportar algunas
recomendaciones. Además de tener un encanto arquitectónico único, la
ciudad checa cuenta con una gastronomía que podría seducir el paladar
más inflexible. Su exquisito Goulash,
un plato compuesto por un famoso guisado con ternera y acompañado de
los maravillosos panes checos, alguna de sus muchas clases de humeante
sopa, o un gran plato de carne de cerdo junto con un poco de col cocida
podrían tratarse del remedio perfecto para todos esos días donde el frio
invade nuestro cuerpo.
Pasar por debajo de Lazebnicky Most, el puente de madera que da comienzo al barrio Latrán,
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