Rarefacción de los recursos, el recalentamiento climático, la
explosión demográfica, la concentración urbana, el aumento del número de
megalópolis, trastorno de los grandes equilibrios económicos mundiales.
Existe una amplitud de desafíos ligados al fenómeno urbano que se
manifiestan con intensidad para nuestra generación y las que van a
seguirnos. En el momento en que la comunidad internacional reunida en
New York se reúne para la cumbre del desarrollo sostenible de las
Naciones Unidas me parece oportuno de recordar el impacto que representa
esta temática en las ciudades y lo que representa en este contexto como
desafío para nuestras vidas.
En el espacio de un siglo, 1950 al 2050, la población urbana mundial
va a pasar 1.500 millones de personas a cerca de 10.000 millones. Entre
2000 y 2050, no son menos de 3.000 millones de personas que se
instalarán en las ciudades sobre todo el planeta. Vivimos el cambio, en
menos de 100 años, de un mundo al 70% rural en un mundo al 70%
urbanizado. Pero también sabemos que los espacios urbanos contribuyen a
la altura del 70% de las emisiones de gas a efecto de invernadero tal
como el
IPPC lo ha señalado
ampliamente. La actividad humana generó una tasa de partículas por
millón (PPM) que en menos de 100 años, en 2013, por primera vez
sobrepasada el umbral de 400 PPM, poniendo así la humanidad en un umbral
de peligro, sobre su propio futuro.
¡No podemos evocar los efectos de la polución, gases a efecto de
invernadero y sus impactos en la calidad de nuestras vidas si no nos
damos cuenta que las regiones urbanas concentran más de dos tercios de
la movilidad automóvil y por lo menos el 80% de las residencias
principales y edificios terciarios, los tres grandes factores de
emisiones de CO
2 y la degradación de lo que es tan vital, la calidad del aire!
Ciudad sensible. Ciudad frágil. Más que nunca el pulso de la ciudad
que late es afectado por el desarrollo de la actividad humana, nuestra
actividad, que pone en peligro nuestra propia capacidad a mantener
condiciones de vida de calidad.
Asistimos así a esta nueva configuración que es la fuerza y el poder
de las ciudades, la agregación de los hombres y de las mujeres en torno
de un territorio con un conjunto de necesidades y recursos, compartiendo
usos y servicios. Vivimos así bajo todos los continentes una nueva
etapa de transformación concerniendo al poder y su regulación con el
peso nuevo en este siglo de la ciudad como actor pleno en sus roles
político, socio-económico, territorial, impactando el cotidiano de
nuestras vidas. Esta transformación irreversible conlleva implicaciones
estructurales condicionando los 50 próximos años.
Las decisiones tomadas cada día en las ciudades son constitutivas de
la manera como la sociedad urbana construye para las próximas décadas
nuestro futuro y el de las generaciones que siguen. Cada una de ellas
tendrá un impacto mayor en las problemáticas que no son solo las de hoy y
de mañana, sino también las que se generaran en 2050 cuando el 70% de
la población mundial estará urbanizada.
Hablar de desarrollo sostenible urbano implica ante todo tomar
conciencia de la fragilidad socio-territorial intrínseca de las
ciudades.
La resiliencia constituye uno de cinco desafíos
de la ciudad de mañana, al mismo tiempo que los desafíos
medioambientales, sociales, económicos y culturales
Esta vulnerabilidad es una dimensión esencial para comprender la
ciudad, que es atravesada permanentemente por tensiones no solo
medioambientales, sino igualmente sociales, económicas, territoriales y
culturales. La fragilidad urbana no puede ser vista únicamente en el
sentido de exposición a potenciales riesgos mayores (catástrofes
naturales y tecnológicas, riesgos industriales). La complejidad de las
ciudades, la urbanización creciente, el aumento de las necesidades que
hay que satisfacer, la presión debida a la disminución de los recursos,
pero igual las fracturas socioeconómicas visibles en el tejido social,
ponen de manifiesto una nueva clase de vulnerabilidad urbana ella misma
en plena evolución. Ésta se manifiesta particularmente por los efectos
producidos por este importante desarrollo urbano, muy a menudo no
planificado, y así como por las dificultades de vida que se constata en
amplios sectores de las poblaciones urbanas.
Por esta razón subrayo la importancia de la noción de resiliencia,
que constituye indiscutiblemente, uno de cinco desafíos de la ciudad de
mañana, al mismo tiempo que los desafíos medioambientales, sociales,
económicos y culturales. Cinco desafíos que podremos afrontar con la
ayuda de las tres palancas poderosas que representan la innovación
social, la reinvención de las infraestructuras urbanas y la revolución
tecnológica, particularmente digital.
En la edad de la multitud en este período masivamente ubiquitario del
siglo XXI, de redes sociales e información instantánea, crece, se
imbrica, la edad de la ciudad, del poder de su gobernanza, de su mayor
papel frente a los estados creando nuevas condiciones de sensibilidad,
de identidad, de pertenencia y también nuevas manifestaciones y
exigencias socio-económicas, culturales, ecológicas incluso tecnológicas
propias. Estas son cada vez más movilizadoras de los ciudadanos en sus
relaciones con la gobernanza local: gestión de la movilidad, de la
seguridad, la vivienda social, los desafíos energéticas, el manejo del
territorio, de las redes de las infraestructuras, la utilización de los
espacios públicos, la economía de proximidad, la cultura, diversión, la
renovación del patrimonio, la accesibilidad, la extensión de las zonas
verdes y su biodiversidad, manejo de recursos hídricos, el mejoramiento
de la calidad del aire, la fiscalidad, la atractividad y la calidad de
vida.
La implicación ciudadana, apoyándose en las poderosas herramientas
tecnológicas del siglo 21, deberá así permitir aceptar y acompañar las
grandes mutaciones urbanas indispensables para el mañana en estas
diferentes áreas.
Hay tres palancas de cambio: la innovación
social, la reinvención de las infraestructuras urbanas y la revolución
tecnológica, particularmente digital
Más que nunca, el rol, la fuerza, la posición decisiva que representa
la vida en nuestras ciudades, la capacidad de atracción de estas, el
poder de la vida urbana y la calidad de su gobernanza están en el
corazón de la construcción de un mejor vivir juntos en la búsqueda de la
cohesión social, el respeto de la democracia y la incitación a la
participación ciudadana para cultivar una cultura común de vivir juntos.
La ciudad puede así conjugar una identidad afirmada, con un
desarrollo económico próspero que pasa por una atracción fuerte social y
territorial, basado igualmente en el respeto de la transición
energética, ecológica y el respeto de la biodiversidad.
El hilo conductor es ante todo la ciudad viva, la ciudad para la
vida, la calidad de la vida en la ciudad, para vivir en buena
inteligencia, dando la prioridad a los usos y en los servicios e
innovando en todos sus frentes.
La movilización no puede ser episódica, en el momento de los picos
urbanos de polución, calores tórridos o situaciones críticas en caso de
crisis, o una solemne reunión internacional, por ejemplo. La
movilización de los actores debe ser permanente, porque la
vulnerabilidad de la ciudad es intrínseca a su desarrollo.
Cuando la mayoría de las ciudades del mundo procuran reforzar su
atractividad económica y atraer a visitantes, conviene no separar la
noción de espacio público de la de identidad social y la ciudadana. Para
ser atractiva, la ciudad debe estar abierta en su diversidad y poner
por delante sus valores culturales y sociales.
Espacios públicos, patrimonio urbano, infraestructuras urbanas,
recursos naturales, topografía de los lugares, diversidad social como
partes integrantes del desarrollo sostenible urbano deben ser elementos
que refuercen el sentimiento de pertenencia del ciudadano a su
territorio. Las nuevas tecnologías tienen un papel esencial que jugar en
este proceso a través de las redes de hyper proximidad y de expresión
ciudadana. Ellas permitirán de desarrollar nuevas prácticas amplificando
las innovaciones sociales y urbanas.
La inteligencia urbana en un mundo que cambia sometido a grandes
tensiones es aquella que sabe comprender la importancia capital de la
fragilidad urbana, de su vulnerabilidad social-territorial y a la cual
aporta su capacidad movilizadora transversal de su eco sistema para
construir cada día su resiliencia y enfrentando los desafíos sociales,
económicos, culturales y ecológicos.
El profesor Carlos Moreno es especialista en inteligencia urbana y ciudades inteligentes.